La verdadera “smart office” se caracteriza por incluir una tecnología que ayude a las personas a trabajar mejor y a alcanzar un bienestar que les permita ser más productivas, eficientes y estar más motivadas.
Vivimos en un mundo en el que los automóviles incluyen nuevas tecnologías que permiten que la conducción sea más fácil, más segura y que se disfrute más. Lo mismo ocurre con los teléfonos inteligentes, los electrodomésticos, las casas inteligentes e, incluso, nuestras ciudades están avanzando hacia urbes inteligentes.
Es incuestionable que vivimos en la era de la tecnología y que ésta, bien usada, nos permite ahorrar tiempo, dinero y llevar una vida mejor. Sin embargo, cuando llegamos a la oficina, que es donde pasamos la mayor parte de nuestro tiempo, ésta se transforma en un espacio anodino y analfabeto. Nos creemos que por instalar wifi, impresoras o pantallas de última generación ya disponemos de una “smart office”, sin embargo, la realidad es que nuestras oficinas se encuentran muy desactualizadas en cuanto al uso y aprovechamiento de la tecnología y lo que ésta puede hacer por mejorar la experiencia de las personas en el espacio de trabajo.
La verdadera “smart office” se caracteriza por incluir una tecnología que ayude a las personas a trabajar mejor y a alcanzar un bienestar que les permita ser más productivas, eficientes y estar más motivadas. Los espacios inteligentes y conectados ayudan a eliminar la fricción y frustración que existe entre las personas y el espacio de trabajo.
Si un espacio diseñado pensando en las personas que trabajan en él y en los retos que éstas se encuentran en su día a día, ya es en sí una herramienta estratégica para las organizaciones, párese a pensar cómo sería si le incluyéramos la tecnología apropiada. Precisamente en este camino están avanzando Steelcase y Microsoft con una unión inédita en la que la tecnología se alía con el espacio de trabajo para diseñar entornos laborales que ayuden a que fluya la creatividad, considerada como una de las capacidades clave para los negocios en el futuro más inmediato.
Internet de las cosas también nos abre nuevas y excitantes posibilidades en el entorno laboral que aún están sin explorar pero que presentan grandes beneficios para mejorar la experiencia del trabajador. Pongámonos en situación e imaginemos abrir una aplicación en el teléfono móvil para saber qué compañeros de trabajo han ido hoy a la oficina. O que antes de que comience una reunión por remoto, la sala llame automáticamente a los participantes, ajuste la iluminación y avise cuando se esté acabando el tiempo. ¿Le gustaría que la sala pudiera reconocer al usuario, recuperar las notas de su última reunión con el equipo y ajustar la iluminación a sus niveles preferidos? O, si la reunión superase el tiempo establecido, imagine una sala que pudiera enviar un mensaje a los miembros de la siguiente reunión avisándoles de que acabará un poco más tarde.
En definitiva, se difumina la línea entre la tecnología y el entorno. Gracias a sensores inteligentes y software de reconocimiento de voz, el espacio de trabajo se ocupará de la mayor parte de las labores administrativas diarias como transcribir actas de reuniones, programar las conferencias y responder correos electrónicos rutinarios comportándose, en definitiva, como un obediente miembro más del equipo.
La tecnología no solo aporta valor al usuario en su experiencia de trabajo diario, sino que además es una importante fuente de datos con los que se puede seguir aprendiendo sobre cómo crear espacios cada vez más productivos y motivadores. Los datos son el nuevo petróleo, de eso no hay duda, el reto está en saber extraerlos, interpretarlos y utilizarlos.